Recién llego de la plaza. Me duele mi maldito tobillo con su interminable esguince crónico. Me duelen los pies por las horas de ayer y también las de hoy. También la espalda por cargar un equipo de mate de aquí para allá. Pero eso es secundario ahora. Es un dolor tan banal hoy. Porque te juro que me duele mucho más el alma. Muerdo mi labio para contener el llanto. Me duele, amigo, me duele la ida del único presidente que consiguió mi simpatía. El único hombre que a base de convicciones y de hechos, me llevó a acompañar un proyecto de país que encabeza hoy Cristina. Me duele hermano, cómo no llorar. Me detengo, paro, respiro, intento que desaparezca ese nudo en la garganta pero las ganas de romper en llanto siempre vuelven. Atónito miro a Cristina como soporta estoica frente al féretro. Ella consuela a los que la saludan. Ella consuela a un país. ¿Y Yo? ¿Soy digno de quebrarme ante la imagen de mi presidenta? ¿Yo, que solo soy un pequeño ladrillo de este proyecto? Paro, me insulto, me reniego a quebrarme pero es inevitable. Néstor nos hizo volver a creer. Logró que recuperemos la alegría, la esperanza y la fe. Y bien sabemos vos y yo que la fe es capaz de lograr lo que uno se proponga. Por primera vez los jóvenes nos volcamos a la política, volvemos a creer que la política es la mejor y única herramienta que permite transformar la realidad.
Creíamos en un proyecto. Veíamos a esos políticos entre nosotros. Nos veíamos juntos en las marchas no para reclamar, sino para sostener derechos. Para bancar los cambios positivos que este gobierno logró. A estas cosas nos llevaron las ideas, los hechos concretos, las conquistas de este gobierno que seguiremos defendiendo.
Pero todo lo logrado hasta aquí, hoy no importa. Es insignificante. Hay dolor, amigo, verdadero dolor. Si vieras las caras en esa plaza de Mayo, Dios. Vi el dolor. Era un gran velorio. Éramos todos iguales. Lloraban todos. Nos sosteníamos uno al otro. El silencio se apoderaba de la plaza hasta que ésta irrumpía en aplausos espontáneos. ¿Sabés qué? Todos estaban tristes, todos sufrían, todos lloraban, pero Cristina no. Ella seguía erguida frente a los restos de Néstor. Sabe, en el fondo, que tiene que sostener a un pueblo que hoy está destrozado. Cristina no se muestra endeble porque no lo es. El solo hecho de imaginarla en su cuarto, sola, abrazada a sus hijos, o en el avión, rompiendo en llanto, me llena de angustia y dolor. Hoy Cristina nos abrazó a todos, en nombre de Néstor. Qué decirte hermano más allá de la tristeza que nos hunde. Qué decirte Néstor mas que palabras de agradecimiento. Qué decirte a vos Cristina. Qué decirte en este momento. Solo quiero que sepas que éste militante está para sostenerte y acompañarte. Que no estás sola. Que hay millones de argentinos que marchan silenciosamente detrás de este proyecto bien catalogado Nacional y Popular.
Tristeza, dolor y firmeza ensamblan este día. Entereza, coraje y orgullo, definen hoy a Cristina. Honor, memoria y bronce le espera a Néstor Kirchner. Que seguramente, para no perder la costumbre, debe estar armando flor de quilombo allá en cielo, poniéndolo nervioso al Barba y discutiendo con Evita, el Che y tantos otros en cómo profundizar el modelo.
Ya no somos pequeños revoltosos con ideas. No. Ahora somos un grupo detrás de una idea y a eso, a eso ya nadie lo puede parar.